Saliendo del cine no pude evitar escuchar a dos personas sosteniendo una discusión acalorada sobre la realidad y la ficción. Una de ellas afirmaba que la realidad supera la ficción, debido a la complejidad y diversidad de experiencias inimaginables que sólo hasta ser reales se pueden pensar. La otra afirmaba que la ficción supera a la realidad, pues es por medio de ella que podemos traspasar los límites de lo posible con la imaginación. ¿Ustedes con quien estarían de acuerdo?
En mi opinión, la ficción es un laboratorio donde conceptos y percepciones se mezclan por medio de la imaginación para clarificar, criticar o expandir nuestro entendimiento sobre la realidad. Hacer hablar a las arañas o romper encantamientos en los cuentos infantiles sirve para ejemplificar principios del buen comportamiento a las infancias, el funcionamiento de la naturaleza o principios de supervivencia.
Jugar con nuestro conocimiento y percepción de la realidad le ha permitido a la ciencia expandir sus límites a través de la ficción. Desde Julio Verne con su famosa historia de La Tierra y la Luna hasta la tecnología espacial de Star Trek. La ficción ha funcionado como un campo de especulación para la experimentación y las posibles repercusiones sociales de la innovación.
Porque así cómo la ficción puede introducir juicios éticos, por ella misma pueden suspenderse. Las reflexiones en torno al mal establecido por la sociedad, los antihéroes, lo extraño, lo raro o lo espeluznante en la ficción han hecho estremecer a la sociedad en más de una ocasión. Como el grotesco jorobado de Víctor Hugo, cuya belleza espiritual hizo cuestionar a la gente la relación entre la belleza física y la bondad como necesaria coimplicación. O la tristeza del Fausto de Goethe por encontrarse con la infelicidad en la búsqueda de la sabiduría, contradiciendo con su existencia lo que San Agustín profesaba como el camino a la felicidad.
¿Quieres experimentar el poder de alteración que tiene la ficción sobre la percepción y el intelecto? Te recomiendo una ficción de bolsillo que me ha volado la cabeza en esta serie de reflexiones: “Diversos tipos de maldad” de Juan Carlos Gallegos. Una cajita de horrores publicada por la Dirección General de Publicaciones BUAP, que podrás encontrar en todas nuestras librerías universitarias.
Juanito Ramírez
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