Al salir de la escuela llegas a la horrible crisis de encontrar un buen empleo. Y a la mala, descubres dos cosas importantes que no te enseña la escuela. La primera es como identificar una estafa piramidal con una falsa promesa de trabajo, sin endeudarte en el intento. Cuando uno es primerizo buscando empleo en internet, periódicos y carteles ambulantes. Se encuentra ofertas de buen salario, horarios flexibles, con oportunidades de crecimiento, pero con inversiones sospechosas y actividades muy ambiguas en empresas muy apócrifas. Caer en estas estafas de manera constante le hace pensar a más de uno que los trabajos bien pagados y con buenos descansos es una farsa a priori.
En segundo lugar, si por azares del destino logramos brincar las estafas y encontramos un lugar de trabajo. Nos enfrentamos a cuestionar las condiciones del mismo. Cuando se pasa de ser estudiante a empleado surge la pregunta: ¿Estoy siendo explotado y mal pagado o estoy recibiendo una paga que no corresponde a mi mal empeño de trabajo? Como asalariados primerizos descubrimos dos visiones del trabajo.
La primera, por lo general, la aprendemos de nuestros compañeros: se te debe pagar por toda actividad realizada y la empresa debe brindarte todos los medios necesarios para realizar tus actividades. Al aumento de actividades le corresponde un aumento proporcional en tus ingresos. Exceder los límites de tu horario de trabajo genera un ingreso extra. Se deben respetar tus días de descanso y dar prestaciones. El trabajo debe ser un medio para obtener beneficios y no un bien en sí mismo.
La segunda, muy rara vez no la aprendes de un jefe: debes realizar todo lo que se te pide sin importar los medios y el tiempo que utilices para ello. Si el trabajo te excede recuerda que puedes ser remplazable, pues afuera hay mucha gente deseosa de tu lugar que daría de más por obtener lo menos. El trabajo debe ser un fin, cuyo único beneficio es la permanencia en el mismo.
Bajo estas dos visiones se ha trenzado nuestro estómago y una larga historia de relaciones laborales. Esta semana, leyendo “Y los obreros ¿qué?” de Francisco Fraile García. Descubrí el complejo y sangriento camino de una empresa para encontrar un equilibrio entre pagar por trabajar y trabajar por un pago. Por lo que he leído, organizarse entre trabajadores para defender sus derechos laborales no es tarea fácil. A mayor número de integrantes en una organización más difícil y ambigua es la comunicación. Las falsas acusaciones y discordias crecen. Grupos de choque aparecen para generar confusión, preservar o quitar el poder a alguien.
En el intento de representar a toda una comunidad se corre el riego de ser señalado y acusado de proteger sólo a una porción de ella. Esto me ha llevado a preguntar: ¿hay algo al obtener liderazgo que corrompe a los individuos para ver por los intereses de unos cuantos? O ¿al llegar a liderar un grupo te das cuenta que no es posible abarcar las necesidades de un todo? Si quieres saber más te recomiendo revisar: ¿Y los obreros ¿qué? Seguimiento Histórico del Sindicato Independiente de Trabajadores de la Industria Automotriz Volkswagen de Francisco Fraile García. Una publicación de la Dirección General de Publicaciones BUAP que podrás encontrar en todas las librerías de nuestra universidad.
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