Fueron las cadenas quienes con sus eslabones dibujaron en mi piel la necesidad de un silencio, pero jamás de un sometimiento, al menos lo sentí al devorar la inmundicia y reprochar el dolor, sin embargo, la fauna de un delirio asincrónico se convirtió en huésped del beso, del abrazo, de la carne.
¿El silencio pesa más que el olvido o es la ausencia disfrazada de ayer? Una prórroga infinita se revela como vela entre la penumbra, creo que es el deseo porque en el fondo de mi alma la eternidad es transparente: ¡muecas! ¡dudas! ¡verdad!
Nunca es suficiente la fuerza ni la energía en los círculos del porvenir. No recuerdo si la semana se vive o se aprehende, pero sí tengo conciencia de lo mucho que me falta por recorrer o tal vez sea la inquietud de los besos que creo poder recibir. Tal vez en la rota sensación de un baile o en la despreocupada melodía hay algo que aún no descubro.
Anoche en un testimonio lleno de parábolas, me percate de una historia cuyo origen proviene del murmullo. El sosiego que se arrastra en lo cotidiano, no es más que una silueta en la ventana, pues al acercarme, se dilucido la esencia y el contenido, en mi semblante una pequeña migaja de realidad.
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Acontece que mientras algunas risas y rechinidos eran testigos de alguna fiesta, el asombro y la esperanza no dejaba preocupación, sino al contrario era más expectación que buenaventura, pues cuando se combina la ingratitud y el temor, se hace presente una entidad a la que muchos llaman egoísmo. No vacilando sobre lo que se siente, sino lo que se observa, aquella noche un par de hermanas presas de la esclavitud, se dispusieron a eludir el unisono de un no, para dar complacencia a un conjunto de historias, que seguramente serían transmitidas de generación en generación.
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Lamentablemente la juventud como la vida se respiran sólo una vez, ya que aquella noche lo único que regresó al hogar de cierta familia, era una culpa equivalente a una eternidad y un silencio primogénito del odio. La necesidad no es fácil de controlar, por lo que me dispuse a quedarme en la cómoda quietud de un sueño embelesador. Después de saber que en ocasiones el alma es como una moneda, preferí tener pesadillas a despertar. No hay nada más ingrato que la condición de metaforizar lo que es verdadero.
¿Qué ocurrió? Lo mismo que sucede cada día a cada hora, un tic tac se hizo presente mientras las necesidades de otro humano eran insaciables, ocurrió que detrás de los árboles hay miradas secretas, detrás de las puertas sentimientos ocultos y debajo de la cama monstruos circundantes. La vida para cada uno es tan semejante a la caricia de la lluvia y tan incierta como la nubosidad…
En la cautela y la esperanza habita un fenómeno del que pocos son testigos: el reconfort. Es posible el surco de una mariposa y el fuego en el agua. Es posible mirar sin ayudar y vivir sin amar. Sin embargo en esta historia todo fue distinto porque la brevedad se midió por un momento y las consecuencias con el sollozo.
Comprendí que en los labios de aquellas hermanas, separadas por la desgracia y olvidadas por la fortuna habitaba algo más que dolor, me percate que habitaba una experiencia de la que no fuimos parte ni tu ni yo.
A la distancia te veo, a la distancia me encuentro, a la distancia descubro que somos fantasmas …
Fernando Pérez
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