Conocer y saber tratar personas es de vital importancia para nuestras vidas. Mi experiencia en el mercado laboral y mis conocimientos sobre historia me han enseñado las dificultades de tal empresa. Después de tantos años sigo recordando mi primer día de trabajo porque ese día asesinaron a Calígula. Un 24 de enero entré a un terreno construido bajo estructuras de poder, conflictos de intereses y diferencias ideológicas muy parecidos al libro que en ese momento leía: “Calígula”, una biografía de Aloys Winterling. Winterling y yo nos enfrentamos al mismo problema de investigación. Comprobar si la tesis: “ese hombre está loco” podría explicar la existencia de un individuo. La diferencia es que el loco de Winterling era emperador, el mío le rendía cuentas a un checador.
Para saber quién es Calígula Winterling recabó todos los relatos posibles sobre la vida del emperador a lo largo de la historia. Yo hice algo parecido pero en pequeño con mis compañeros de trabajo. De Calígula se decía que: bebía perlas disueltas en vinagre; comía alimentos cubiertos con láminas de oro; obligaba a hombres y mujeres de la aristocracia a mantener relaciones sexuales con él; su palacio lo convirtió en un burdel e incluso se rumoraba que cometió incesto con sus propias hermanas. De mi compañero encontré algo parecido, pero bajo condiciones económicas más precarias.
Aunque conocidos biógrafos de Calígula: Suetonio, Séneca, Plino el Viejo o Flavio Josefo coincidían en el desequilibrio mental del emperador. Winterling se negó aceptar tal juicio y amplió su campo de estudio para entender: ¿por qué Calígula podría o no estar loco? De igual forma, yo puse entre paréntesis los comentarios del gerente, del chef ejecutivo y del sous chef para descubrir: ¿quién era el loco encargado de las compras?
De Winterling aprendí algo muy importante: es necesario analizar de dónde vienen las ideas. Winterling nos hace la siguiente pregunta:
“Do we suppose that there is a Roman emperor who behaves irrationally, whose speech is incomprehensible, whose perceptions of reality are disturbed, and who commits all sorts of crimes in this condition, without anyone’s intervening to stop him? If that had been so then an accusation of insanity would have had to be leveled, not at the emperor, but rather at the society that surrounded him: at the Roman aristocracy first and foremost, meaning the Senate that carried out his decisions, the magistrates in Rome who followed his instructions, and the military commanders and governors in the Empire who obeyed his orders” (Winterling, 2011)
“¿Suponemos que existe un emperador romano que se comporta de forma irracional, cuyo discurso es incomprensible, cuyas percepciones de la realidad están perturbadas, y que comete todo tipo de crímenes, sin que nadie intervenga para detenerlo? De ser así, habría que acusar de locura, no al emperador, sino a la sociedad que le rodeaba: en primer lugar a la aristocracia romana, es decir, al Senado que ejecutaba sus decisiones; a los magistrados de Roma que seguían sus instrucciones y a los comandantes militares y gobernadores del Imperio que obedecían sus órdenes.” (Trad. A.)
Al leer esto mi visión sobre el restaurant donde trabajaba cambió drásticamente. Si mis compañeros llevan tanto tiempo trabajando con un encargado de compras que padece de sus facultades mentales ¿cómo es que el lugar no ha llegado a la quiebra? Winterling se dio cuenta que los círculos aristócratas que rodeaban a Calígula propiciaron la libertad creativa de sus biógrafos. Yo me di cuenta de que todos tenían un problema con el encargado de compras por el mal sistema de gestión de inventario. El problema no era el encargado, sino toda una serie de situaciones que rodeaban al restaurante.
Para entender el melodrama laboral sirve mucho estudiar historia. Leer la vida de antiguos emperadores ayuda mucho para entender la mente de nuestros jefes, la inconformidad de nuestros compañeros y las dificultades del liderazgo. De Calígula aprendí que el apestado del trabajo representa un conflicto de interés que involucra a más de uno. Del bisabuelo de Calígula, Augusto, aprendí que la autoridad absoluta de un jefe se expresa en la gran habilidad comunicativa de su equipo. A todos se les permite hablar como si tuvieran el poder que sólo el jefe ejecuta. Y este actúa de forma sutil para no ganar enemigos o rodearse de aduladores. Del padrastro de Calígula, Tiberio, aprendí que si un jefe no comparte sus ideas con su equipo de trabajo. Y además, esperar a que lleguen a sus propias conclusiones sin involucrarse en el proceso. Es mejor renunciar. Porque esa persona sólo se sabe rodear de aduladores y enemigos. Un sabio alguna vez dijo: "quien no conoce su historia está condenado a repetirla".
Juanito Ramírez
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