Platón fue el primer filósofo en hablar del amor como una forma del saber. En su diálogo del Banquete, hace hablar a su maestro Sócrates como poseedor de: “un pequeño tema de aprendizaje, las cosas del eros. En cuanto a este tema de aprendizaje, afirmo ser más inteligente que cualquier ser humano que haya vivido antes o ahora” (Platón, 1997, 128b2-4) La primera vez que leí esta sentencia, me vinieron a la mente títulos de mi rancia biblioteca de juventud. Admito que durante secundaria y preparatoria fui de los hombres que compró libros como: “Sex code: El manual práctico de los maestros de la seducción” (2010) o “El manual de Casanova: Un libro que contiene tips de seducción” (2019) para solucionar el desesperado malestar de la soltería.
Cuando leí por primera vez el banquete, me imaginé a Sócrates como todo un seductor a la altura del legendario Don Juan, Giacomo Casanova, Lord Byron, Pablo Picasso, el Marqués de Sade o George Clooney. Cuando conocí los videos del Temach para mí fue muy divertido releer el Banquete pensando la voz de Sócrates como la de este Youtuber mexicano. Sin embargo, a diferencia de cualquier gurú del amor que pudiéramos imaginar, Sócrates ve en el amor “el deseo de todas las cosas buenas y felices” (Platón, 1997, 205d1-2).
Todos los “grandes maestros del amor” que se venden como gurús de la seducción entienden al amor como Hímero (Ίμερος) que podríamos traducir como deseo carnal. Si el gran maestro del amor griego viviera en nuestros días diría que todos estos gurús reducen el vasto sentido del amor a una cuestión sensible. El amor va más allá de una satisfacción de deseo sexual. Y vamos a demostrarlo con el siguiente tren de pensamiento.
Supongamos que un gran gurú del amor llegara a reprocharle a Sócrates diciendo: “el amor es el deseo de todos los cuerpos bellos”. Lo primero que le preguntaría Sócrates al gurú sería “¿qué hace a los cuerpos ser bellos?” Cualquiera respondería por sentido común que un cuerpo bello es resultado de buenos hábitos como el ejercicio, la buena alimentación y la higiene personal. Entonces, sería lo mismo decir que el amor es el deseo de todos los cuerpos de buenos hábitos que el deseo de todos los cuerpos bellos. Si es así entonces no se puede amar a ninguna persona incapaz de tener buenos hábitos.
No se puede amar a los padres o madres cuyos cuerpos por el envejecimiento no pueden ejercitar. Se debe interrumpir el amor al amante cuyo cuerpo haya sido incapacitado para ejercitar por enfermedad y accidente. Se debe negar el amor a personas con enfermedades metabólicas que les impidan tener buenos hábitos alimenticios. Ya ni hablamos de personas con insuficiencia renal o cáncer. Al verse tentando a caer en el absurdo el gurú tendría que admitir que su visión del amor sólo se reduce a una manera de amar.
Si el gurú volviera a definir el amor, ya no de manera general, sino el amor de pareja como el deseo de los cuerpos bellos. Se le volvería a presentar un problema. El amor acaba con la posesión de los cuerpos bellos. A esta altura muchas personas reconocerán el problema de tener una pareja que aprendió la sabiduría del gran gúru del amor.
Quien enseña a cumplir tu deseo de poseer cuerpos bellos te enseñará comportamientos y actitudes que dejarán de tener sentido cuando culmine la realización de tu deseo. Si aprendiste a ser detallista para obtener un cuerpo bello. Dejará de tener sentido seguir siendo detallista al cumplir tu deseo. La amabilidad y atención se perderán de la misma manera. Y te verás orillado a elegir entre dos alternativas para mantener vivo el amor: satisfacer tu deseo con otros cuerpos o mantenerte con la misma persona reduciendo tus posibilidades de cumplir tu deseo, pasando largos periodos de tiempo distante de su cuerpo. Para sentirte amada o amado tendrás que recurrir a la poligamia, la monogamia de constante infidelidad o la monogamia de acética actividad física.
El gurú del amor si es más inteligente podría defenderse reprochando a Sócrates que su definición del amor como deseo de las cosas buenas y felices a pesar de generar en las personas hábitos moderados y justos, eso no exime que sus enseñanzas también desencadenen inclinaciones innobles e insaciables como el borracho de Alcibíades. Quien a pesar de aprender a desear cosas buenas como la virtud y la sabiduría, terminó ridiculizándose para obtener el amor del hombre más sabio y justo que había conocido: Sócrates.
El amor ya sea hacia los cuerpos, las virtudes, las leyes, la comida, la bebida, etc..., siempre nos mantendrá suspendidos entre la felicidad y la miseria. Aunque Sócrates enseñe que el amar es procurar las cualidades del alma y el bien de la felicidad propia y ajena. Su enseñanza no exime al amante de la agonizar por su deseo. El gurú podría reprocharle a Sócrates: ¿de qué sirve tu procuración del alma por desear las cosas buenas y felices? Si eso no la exime de vivir desgraciada.
Sócrates respondería que el deseo del amor que él enseña y que Alcibíades no entendió es un deseo apartado de la sexualidad. Para Sócrates los deseos y apetitos sensibles son sólo los primeros pasos hacia el amor perfecto. Lo que pasa con Alcibíades y todos los que se atormentan por el deseo sexual del amor carecen de experiencias. Aunque el placer sexual puede ser un bien es un bien entre muchos bienes. Además podríamos denominar el placer sexual como un bien menor por su corta duración de satisfacción. Si comparamos el tiempo de satisfacción entre lograr un orgasmo y lograr comprender la distribución de las calles de una ciudad podremos notar la corta duración de satisfacción del placer corpóreo.
El gurú podría reprochar a Sócrates, no considerar al sexo como parte de la felicidad. Sin embargo, Sócrates diría que la sexualidad es una manifestación del deseo de felicidad. El gurú podría replicar diciendo: “Bueno si el amor es deseo de las cosas buenas y felices, mantener el amor implicaría nunca tener cosas buenas y felices. Y si la persona las tuviera tendría que desprenderse de ellas para volverlas a obtenerlas”.
Sócrates riendo preguntaría: ¿tú crees que una persona puede obtener todas las cosas buenas y felices en un día? Al contrario desear todo el bien implicaría invertir tiempo en hábitos y comprender experiencias diversas en diferentes etapas de nuestra vida ¿O crees que los bienes de la infancia sean los mismo que los de la vejes? Además, para conocer todas las cosas buenas y felices se necesita estar en constante aprendizaje. Porque no es lo mismo la bondad y felicidad de la danza, el teatro, la pintura, la medicina, la carpintería o la jardinería.
Sócrates, en el Banquete de Platón, muestra el amar como un proceso de aprendizaje. El gurú puede volver a intervenir y decir: pero el amor no tiene que ver con la verdad sino con la belleza y la belleza sólo se encuentra en el cuerpo. Sócrates diría que la belleza del cuerpo es una belleza particular. Existen más formas de encontrar belleza fuera del cuerpo como en los bellos discursos de la poesía o la armonía musical. Para saber ¿dónde esta la belleza absoluta? en necesario expandir nuestro conocimiento. Por lo que si el amor fuera el deseo de todo lo bello, para amar sería necesario aprender de todo para encontrar lo bello.
El gurú en un intento desesperado puede replicar: “entonces sólo los sabios aman”. Sócrates diría que no, porque si ellos poseen todas las cosas buenas y felices o saben dónde está la belleza de todo no podrían desearla a menos que dejen de lado su saber para despertar el deseo de poseer. Todos pueden amar en tanto puedan aprender. ¿Ustedes qué opinan?
Juanito Ramírez
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